La sostenibilidad como estilo de vida es un tema relativamente reciente. Tan solo tres décadas atrás esta urgencia mundial apenas comenzaba a comprenderse. En aquel entonces, la relevancia de ser sensibles hacia nuestro deber de “satisfacer nuestras necesidades actuales sin comprometer los recursos para las generaciones futuras” apenas daba sus primeros pasos hacia lo que hoy identificamos como una necesidad de primer orden.
De pequeña, recuerdo como mamá me enseñó que “una debe dejar las cosas y los lugares mejor de lo que los encontró”. De manera simplificada, esta es una idea muy apegada a la sostenibilidad y a la ética ambiental en nuestro proceder como individuos.
Pese a los progresos que hemos alcanzado en la comprensión de nuestra responsabilidad ambiental, todavía una parte importante de las personas desestiman su poder individual y han interpretado la sostenibilidad como una práctica de exclusiva responsabilidad empresarial. De cierta manera estamos olvidando que somos las personas y no las estructuras quienes finalmente podemos alcanzar la aspiración de una sociedad más sustentable.
En tiempos de festividad, definición de nuevos propósitos y comienzo de un nuevo año, me detengo a reflexionar sobre la sostenibilidad como principio ético en nuestro actuar. Ser sustentables trasciende la entrega de reportes anuales, la definición de planes de trabajo de programas de responsabilidad social, la implementación de procesos de manufactura más ecológicos o el cumplimiento de políticas sociales justas para colaboradores y comunidades. Ser sustentables debe pasar a ser un imperativo que nos impulsa cada día a perfeccionar nuestras prácticas ambientales y sociales dentro de las esferas de nuestras vidas privadas.
Se trata del modelo de consumo que incentivamos en nuestros hogares, del tipo de productos que adquirimos con la conciencia de su impacto social o huella ecológica, se trata de nuestras elecciones de consumo de información, consiste en la reflexión previa sobre los contenidos que compartimos en las redes sociales, los proyectos en los que me involucré por el bienestar de mi comunidad o simplemente analizar la manera, si desmedida o racional, en cómo utilicé los recursos que me fueron entregados. En fin, la sostenibilidad abraza la oportunidad de renacer como individuos toda vez que tomamos las decisiones correctas.
Si nuestro conjunto de decisiones son “sostenibles”, nuestra sociedad será cada vez más justa, próspera y pacífica. Si usted hoy recicla, ¡felicidades!, le invito a pensar en cómo reducir su consumo este 2017. Si usted ya entregó su declaración de renta y no evadió impuestos, ¡felicidades! Le invito a pensar en formas de involucrarse en el crecimiento social de su comunidad. Si no lo hace, esta es una excelente oportunidad para agregar acciones sostenibles a su lista de buenos propósitos.
Unirse a esfuerzos como la campaña #YoloJunto de Agua Cristal, rechazar bolsas plásticas en supermercados, pensar dos veces antes de compartir contenidos negativos en sus redes, donar tiempo a actividades de voluntariado o sacar tiempo para estar agradecidos… todas son acciones sustentables.
Recuerde, ser sostenible no requiere de acuerdos mundiales, requiere de metas personales y cumplimiento; significa rechazar, reducir y reutilizar materiales, consiste en repensar cada decisión para hacer de este mundo un lugar mejor del que encontramos. ¡Feliz cierre 2016 y próspero y sostenible 2017!
– Lucila Espinoza
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