¿Qué se forma con dos personas adultas, tres personas pequeñas (escolar, preescolar y bebé) y un perro? Una familia de los 80 en pleno 2022. Y así como el tamaño del núcleo familiar se parece más a las prácticas de otras épocas, mi estilo de maternar, a veces, también retrocede a la imposición y la impaciencia.
Mi hija Julia, la del medio, tiene 5 preciosos años. En esta época crecen sus piernas, su cabello, su conocimiento… y su tendencia a pelear con la mamá. Ya el neurodesarrollo ha aclarado que esta conducta es perfectamente normal, pero mi cerebro adulto, educado, resiliente y capaz, resulta, en efecto, incapaz para eludir los efectos de la conducta de Ju sobre mi paciencia.
Yo me enojo con mi hija de edad preescolar. Uff… así escrito se ve tan absurdo como en la práctica.
Cuando tengo uno de estos episodios de mamá ogro encuentro todo tipo de excusas para justificar mi mala conducta. Pero aceptémoslo: ya hay conocimiento suficiente para saber elegir la crianza positiva y respetuosa por encima de la autoridad. Yo lo sé, es muy probable que usted lo sepa también.
¿Entonces por qué seguimos peleando con las personas pequeñas? En mi caso, estoy
acostumbrada a creer que el enojo es algo que me sucede, en lugar de una decisión que tomo y sobre la cual tengo el poder.
Una de estas noches, en medio de reclamos y llanto y desesperación, me volví hacia mi esposo para pedirle apoyo y recibí un cable a tierra. Me dijo con suavidad: “Salite vos”.
Y eso es saber elegir en el ejercicio de la maternidad y paternidad: asumir nuestro rol adulto y salirnos de la pelea. Apaciguar la tormenta en lugar de unirnos a ella. Ser puerto seguro donde ese barquito sepa que siempre puede regresar a buscar paz.
Esa noche tomé la decisión de detener el enojo. Me salí de la discusión, y se acabó. Ahora la tarea es cambiar la respuesta automática (“esto siempre se ha hecho así”) por mejores prácticas, unas que me lleven a la mamá que realmente quiero ser: mucho menos Hulk y un poquito más Mary Poppins.
Por Jéssica Montero
Comments